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[SP] El Cronista talks about Wine Paths

Michel Rolland: "No apostar al malbec es estar mal de la cabeza"

Es el flying winameker más cotizado del mundo. Hace 30 años, apostó por la cepa que hoy es sinónimo de la Argentina en el mundo. Por qué dispara contra los falsos gurúes del vino.

Es el flyingwinemaker más cotizado del mundo. Con 46 años de trayectoria, hace 30 fue uno de los pioneros en apostar al malbec como la cepa world class de la Argentina. Su bodega mendocina, único emprendimiento propio fuera de Francia, celebra los tres lustros de su primera cosecha con una producción de un millón de botellas de un blend premium que es un éxito en los Estados Unidos. Fiel a su leyenda de polemista, dispara contra quienes privilegian el relato místico del terruño por sobre la verdad inapelable que impone el viñedo. Y, a meses de cumplir 7 décadas de vida, reivindica su condición de enfant terrible de la enología.

Discutirán las formas, pero no el fondo. Sospecharán de sus motivaciones, pero no de sus logros. Criticarán su estilo, pero no su éxito. Porque fue Michel Rolland quien, allá por 1988, llegó a la Argentina invitado por Arnaldo Etchart y, con su olfato de sabueso enológico, detectó que el país tenía el potencial necesario y el diferencial imprescindible para convertir al malbec en su cepa de bandera. En paralelo con su intensa actividad como el flying winemaker más cotizado del mundo —asesora a más de 300 cellars, 105 de las cuales visita personalmente, entre una y cuatro veces por año—, se dedicó a evangelizar a las bodegas locales de norte a sur, de Salta a Neuquén. Y, fiel a su testarudez de capricorniano, decidió ser profeta en su tierra de adopción.

No sólo adquirió 850 hectáreas en Vistaflores, convencido de que el Valle de Uco era el terruño mendocino del malbec world class del futuro, sino que también convocó a un grupo de familias nacidas y criadas en Burdeos como él —con centurias de expertise alumbrando Grand Crus y/o fortunas para apostar por viñedos al otro lado del Atlántico— para que participaran del proyecto que bautizó Clos de los Siete. Quince años y u$s 60 millones después, esa etiqueta elaborada con el aporte de Rolland Wines, Monteviejo, DiamAndes y Cuvelier Los Andes es uno de los blends de malbec de alta gama más exportados (75 por ciento de su producción) a los Estados Unidos, Canadá, Francia y el Reino Unido.

“El vino no es una cuestión de charla sino de tiempo. No es cuestión de creer sino de demostrar. Y ese es mi trabajo”.

En los últimos tiempos, extremaste tu reivindicación del malbec argentino. ¿Por qué la cepa de bandera necesita que la defiendas?

A esta altura de la vida, todavía me sorprenden algunas cosas... Cuando llegué, la Argentina no tenía imagen como país productor de vinos, no tenía mercado, no tenía nada. Era un desierto en el mundo del vino. ¡No existía! En el 2000, incluso, ¿quién hablaba de vinos argentinos? ¡¡Nadie!! Y se logra salir de la nada con el malbec. Ahora muchos empiezan a decir (en sorna): “Podríamos hacer bonarda, podríamos hacer algo más...”. ¡Por favor! El malbec es el malbec. Y el malbec es la Argentina. Listo (golpea la mesa). ¿Vamos a discutir su legitimidad? Es un error. Se pueden leer artículos donde se señala, con tono crítico, que ‘el malbec está en todos lados’. ¡Por supuesto... y por suerte! Porque si no existiera más malbec en la Argentina, no existiría más la Argentina.

El terroir ganó protagonismo como atributo diferencial. ¿El consumidor local ya está maduro para elegir etiquetas no sólo por la cepa sino por su microzona de origen?

En Francia hacemos vinos hace 200 años. En la Argentina no vamos a imponer un concepto de terruño en 10 años. ¡Nunca! Eso no existe. Entonces, toda la charla sobre ‘la piedra blanca’ (NdE: Alude a la moda de los vinos calcáreos o minerales impulsada por otros players del Valle de Uco) ¡Por favor! Pura chantada. Hay que ser serio en la vida. No se puede engañar a la gente. Un terruño es un terruño, y no depende del descubrimiento de nadie. Entiendo que vender vino no es fácil y, entonces, se desarrolla cualquier tipo de discurso, hasta la tontería.

¿Pero el vino no necesita un poco de mística?

No tanto. El vino es un negocio un poco complicado pero, también, bastante simple. Complicado, porque hay muchas bodegas y cada uno, buscando tener mejores posibilidades de venta que su vecino, inventa un discurso o historia. Pero, finalmente, el vino habla en la copa. Siempre.

Clos de los 7 lleva 10 años en el mercado. Una década que, para el país, ha sido particular. ¿Cómo se incorporaron esas variables del contexto al proyecto a largo plazo?

En la época de Kirchner, la situación política aquí era muy complicada. Y para los negocios, un drama. Importar barricas, por ejemplo, era casi imposible: había que presentar tal cantidad de papeles y ni siquiera se conseguía tinta para imprimirlos. Recuerdo que venía de visita con cartuchos para la impresora... Nos castigó mucho la vida, primero; y bastante el negocio, también. Bajó la exportación de vino argentino porque había muchas dificultades. Por suerte, el país tiene un mercado doméstico fenómeno. ¿Qué podíamos hacer? Sobrevivir. No nos facilitaron la vida ni el crecimiento del vino, porque bajó mucho la llegada de inversores para otros proyectos. Ahora están empezando a volver, así que vamos a ver... Estamos esperando una nueva era, de cambio. Pero sí, aquel contexto nos castigó y el país se quedó estancado. Si no hubiera sido tan complicado, ya estaríamos con la previsión original de 120 mil cajas: demoramos 3, 4 ó 5 años en acercarnos a nuestro objetivo por las complicaciones económicas. Perdimos plata, tiempo, energía... Pero si no mueres, puedes sobrevivir (risas).

Cuatro veces al año, Michel Rolland visita su bodega mendocina, que integra Clos de los Siete, en el Valle de Uco. En 24 horas habrá concluido la vendimia. Y Clase Ejecutiva participó de la reunión anual entre Rolland y los herederos de sus partenaires originales, quienes gestionan DiamAndes, Monteviejo y Cuvelier Los Andes.

Entre paso y paso del menú criollo que enmarca la degustación de los ejemplares selectos de cada integrante del dream team, Rolland disparó definiciones que tienen el sabor frío y el corazón caliente de una revancha. Porque le discutieron la forma y el fondo. Porque sospecharon de sus motivaciones y de sus logros. Porque criticaron su estilo y su éxito. Pero, tres décadas después, su divisa heráldica bien podría ser una versión del dicho triunfal atribuido a Julio César: vino, vidi, vici.

La versión original y completa de esta entrevista fue publicada en la edición 190 de Clase Ejecutiva, la revista lifestyle de El Cronista Comercial.

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